NOUS DEVONS EN RETOUR LES CONTEMPLER, LES ASSUMER, TENTER D'EN RENDRE COMTE. IMAGES MALGRÉ TOUT: MALGRÉ NOTRE PROPRE INCAPACITÉ À SAVOIR LES REGARDER COMME ELLES LE MÉRITERAIENT, MALGRÉ NOTRE PROPRE MONDE REPU, PRESQUE ÉTOUFFÉ, DE MARCHANDISE IMAGINAIRE. GEORGES DIDI-HUBERMAN, IMAGES MALGRÉ TOUT, PARIS, LES ÉDITIONS DE MINUIT, 2003, P.11.


PERFIL EN ACADEMIA.EDU

17.8.12

Memoria y representación I




En el transcurso de la interacción de los discursos textuales y visuales en la consignación de la experiencia del viaje uno de los términos más frecuentes es el de archivo. Archivo en su significación más amplia y extendida. Archivo que conserva, clasifica y organiza dentro de su propia lógica cualquier cosa, siendo un espacio material y definido. En este sentido, se puede arriesgar a hacer la analogía entre archivo y memoria, entre espacios definibles por su competencia mnésica, por la posibilidad constante de volver a ellos para recordar y en cada vuelta su interpretación es distinta. La memoria funciona también como un espacio en que han quedado inscritos acontecimientos, tablilla de cera en la que ejecutar la marca. Marca, huella o cicatriz, distintas palabras que coinciden en el paradigma de la impresión por contacto. Index. Siguiendo esta línea de pensamiento, la experiencia queda grabada en la memoria, pero al no bastarnos los recovecos de la misma, al no confiar en la concreción de ese archivo, nos sometemos a la posibilidad externa de conservación. La letra. Textos clásicos ya dieron luz sobre una problemática plenamente contemporánea, sobre todo en cuanto a las formas de representación y cohesión de la memoria, son los grandes referentes: De memoria et reminiscencia de Aristóteles en que se rescata el concepto de memoria-mneme como una imagen que se presenta como un pathos, una imagen latente que se presenta en nuestro presente sin prácticamente conciencia de ello; los diálogos de Fedro, en el que la letras y la pintura son marcas silenciosas que erigen memoria[1], y Teeteto en el que se pone de manifiesto la inscripción como forma de memoria y como archivo, la metáfora del bloque de cera en el que las percepciones dejan su impronta.[2]

Algo tan simple como el trazo se erige como el acto que brinda perpetuidad. Marcar como designar constituye el primer gesto que antecede a la civilización, antes de la letra, al comienzo del signo, su perpetuidad llamaba a que a través de ese gesto mínimo el hombre se dibujase a sí mismo en el tiempo. Es una necesidad y una tentación. A veces hasta parece improbable no dejar rastro, no dejar migajas por las que volver sobre los pasos. Y es más difícil aún abolir el rastro en sí: la memoria. No basta dejar en manos de nuestra conciencia los hechos y relaciones sociales en los que el hombre se realiza, es preciso trascenderlos, manifestarlos al otro, como legado didáctico o instrumental, como transmisión de un uso o costumbre, como herencia cultural. La memoria dedicada al otro no funciona de la misma manera si se hace uso de la escritura o de la oralidad. En esta última, la relación del legado cultural tiene una interferencia con el presente en una constante elaboración y reelaboración de los elementos heredados y a heredar. La fijación tiende a un carácter relativo, siendo la interpretación del pasado en conjunto con los hechos presentes los que determinan los cambios, logrando modificaciones y variaciones en la memoria colectiva. Pero, si la memoria es escrita, la relación con el pasado y presente se muestra precisamente en la fijación y repetición; el legado cultural se mantiene inalterado como documento constitutivo de la sociedad solamente propenso a cambios por interpretaciones y exégesis. Por lo tanto, imposible olvidar, en ambos casos, el papel del intérprete-transmisor. Sin embargo, a pesar del papel como intérpretes y exegetas de los historiadores, aquí el punto de reflexión corre sobre el papel del individuo que necesita de la pauta mnemotécnica para no olvidar lo vivido. En el caso del viaje la constante fijación de lo experimentado se constituye como una memoria externa ambigua, al igual que la percepción limitada, seleccionada y asimilada, pero con el plus de resurgir como representación.


[1] En famoso pasaje del “jardín de la letras” se destacan algunas palabras clave para presente investigación: […] Más bien, los jardines de las letras, según parece, los sembrará y escribirá como por entretenimiento; y al escribirlas, atesora recordatorios, para cuando llegue la edad del olvido, que le servirán a él y a cuantos hayan seguido sus mismas huellas. (276d) Platón, “Fedro”, Diálogos, vol. III, Introducción Emilio Lledó, traducción y notas J. Calonge Ruíz, E. Lledó y C. García Gual, Madrid, Gredos, 1988.
[2] “Sócrates: De esto vamos a decir que es un regalo de la madre de las Musas, de Mnemosine; aquello de que queremos acordarnos de entre lo que vimos, lo que oímos, o incluso de entre lo que pensamos, lo imprimimos en este bloque por cuanto lo mantenemos para percepciones y pensamientos, tal como sellamos con el cuño de un anillo. Lo que se imprime, lo recordamos y lo sabemos durante todo el tiempo que perdura la reproducción (eidólon). Pero si esta se borra o no se ha podido llegar a imprimir, entonces olvidamos la cosa (epislelésthai), no la conocemos.” Platón, Teeteto o sobre la ciencia, 191d, edición, prólogo y traducción Manuel Balasch, introducción Antonio Alegre, edición bilingüe, vol. 4, col. Textos y Documentos, Madrid, Anthropos, 1990, p.219.