El presente texto forma parte de Lectura hemenéutica de los ensayos sobre arte de Jorge Cuesta de Ana Paula Sánchez.
Hermes Trismegisto, Moriens, Llull, Geber, Roger Bacon, Paracelso: hemeneutas tal como el alquimista Osvaldi Crollii ilustra en el frontispicio de su libro editado en 1647 en Frankfurt.
Los referidos en el presente post son menos herméticos pero es preciso recordar a los grandes.
El género literario del ensayo es
imprescindible en la divulgación y desarrollo del pensamiento analítico, el
proceso para la estructuración de las ideas y su apropiada expresión es parte
esencial de su función, sin embargo, a pesar de ser herramienta del trabajo del
investigador de la literatura no es uno de los géneros más propensos a
estudiarse como tal. Conocemos sus distintas categorías temáticas y el estilo
adoptado por autores reconocidos pero no metodologías de análisis que permitan
entender el cómo de sus manifestaciones. La
hermenéutica tradicional, entendida como una técnica cualquiera de
interpretación,[1] y
las corrientes contemporáneas de la misma dictadas por teóricos como Pierre
Bourdieu, H. Gadamer, Gianni Vattimo, Mauricio Beuchot, Umberto Eco y José Luis
Gómez-Martínez, constituyen una herramienta adecuada para el análisis de
contenido del ensayo literario. La hermenéutica no es método de índole
estructuralista en el que exista una fórmula determinada para abordar el objeto
de estudio. El análisis consiste en una interpretación del objeto de estudio,
del ensayo en este caso, y se realiza siempre bajo una justificación seria y
objetiva, o lo que llaman “interpretación argumentativa”[2]
en la que la interpretación debe convencer del por qué de la compresión dada al
texto. Esta “interpretación argumentativa” parte de la condición histórica del
fenómeno literario, y sobre todo de las pautas que el mismo texto proporciona.
La concientización de la proveniencia histórica del texto y por ende de su
creador, y por consiguiente del público que naturalmente es receptor de la
obra, conlleva a una “actualización” por parte del intérprete, actualización
del texto mediante su lectura en su propio tiempo y espacio que no implica en
absoluto una reproducción del sentido del texto sino una transformación.[3]A grandes rasgos “la
hermenéutica es la disciplina de la interpretación, trata de comprender los
textos; lo cual es –dicho de manera muy amplia- colocarlos en sus contextos respectivos.“[4] La hermenéutica tiene su origen en
la antigüedad griega, en el Peri
hermeneias de Aristóteles se conocen algunos de los supuestos que la
sustentan, siglos después los pensadores medievales hicieron uso de ella en la
exégesis de textos religiosos y filosóficos, los renacentistas la aplicaron
pero enfocándose más a la filología y a la alegoría en las representaciones
pictóricas y los textos que las inspiran; y es en el romanticismo con
Schleiermacher y Dilthey[5] que se aplica a la historia de manera
positivista, dedicando gran parte a la lingüística. Ya en el siglo XX,
Heidegger retoma la hermenéutica y de él Gadamer sigue sus lineamientos hasta
los contemporáneos Vattimo, Bourdieu, las teorías de la interpretación de
Ricoeur y matiz actual de las reflexiones de Humberto Eco.[6]
La hermenéutica postula una
interpretación en la que el objeto de estudio sea apreciado, en la medida de lo
posible, por el intérprete, desde un distanciamiento deveniente de la ubicación
específicamente temporal del texto. Hay teóricos que consideran que la historia
es importante dentro de la hermenéutica, pero como una supeditación al texto,
entonces la historia que concierne al objeto de estudio, su contexto será
importante para la interpretación del mismo. (G.H. Gadamer) [7] A la vez de conocer el contexto en
el que surge el objeto (texto) es preciso anteponer el tiempo en que es leído o
interpretado. Esto con el fin de separar o postular como autónomo el texto de
su intérprete, pero siempre siendo susceptible de generar una comunicación.
Para la hermenéutica es vital
entender el papel del receptor del texto, el individuo que interpreta un texto
surgido de otro tiempo. Entonces, un texto se encuentra en dos realidades: el
tiempo y circunstancia en que fue creado y el tiempo y circunstancia en que es
interpretado[8]. De esta manera la interpretación
hermenéutica entendida en esta corriente no es relativista y ambigua, procura,
eso sí, la supremacía de la verosimilitud sólo bajo la experiencia del
intérprete, este hablará únicamente bajo su propio análisis, que posiblemente
sea análogo al de sus contemporáneos. En este sentido, los autores mencionados
luchan contra la corriente denominada relativista o equivocista, que postula
que toda interpretación es válida desde cualquier circunstancia, momento o
enfoque y por ende no existe ninguna noción de verdad en ella; gracias a la
cual, la hermenéutica es subestimada como método de análisis semántico. La
interpretación de un texto debe atender solamente a este. Las posibilidades de
interpretación provienen de las pautas que da el texto mismo. Al respecto
Umberto Eco escribe en Interpretación y
sobreinterpretación: “(...)no tendría derecho a decir que el mensaje puede
significar cualquier cosa. Puede significar muchas cosas pero hay sentidos que
sería ridículo sugerir (...) la interpretación tiene que hablar de algo que
debe encontrarse en algún sitio y que de algún modo debe respetarse.”[9]La pertinencia semántica de la
interpretación textual depende no sólo de una coherente comprensión sino
también del papel del autor del texto y su inscripción semántica en este.
Ricoeur entiende una relación dialéctica entre acontecimiento y sentido en este
punto, acontecimiento de la enunciación y sentido de ella. Según él, podemos
encontrar en la autonomía semántica del texto dos rumbos, el primero en cuanto
al nexo inmanente de la obra con su autor, el segundo es lo contrario, la obra
deja de pertenecer al autor y su autonomía semántica es total, ya que en el
momento en que no responde o contesta un texto al receptor, entonces el texto
posee un autor y no un hablante, condicionando así la influencia del autor
sobre el acontecimiento de enunciación. “Este concepto de autonomía semántica
es de enorme importancia para la hermenéutica. La exégesis comienza con ella;
es decir despliega sus procedimientos dentro de la circunscripción de un grupo
de significados que han roto sus amarras con la psicología del autor. Pero esta
despsicologización de la interpretación no implica que la noción de sentido del
autor ha perdido toda su significación. [Hay dos alternativas teóricas al
respecto] La falacia intencional, que sostiene la intención del autor como el
criterio para cualquier interpretación válida del texto, y, por otro lado lo
que yo llamaría, de forma simétrica, la falacia del texto absoluto: la falacia
de hacer del texto una entidad hipostática sin autor.“[10] Una está encaminada, a pesar de que
el acontecimiento es un hecho evanescente, a insistir en que la intención del
productor está presente en la obra; mientras que la opuesta entiende al texto
como cosa, objeto en el mundo.
Mauricio Beuchot ha dedicado gran
parte de su obra a la investigación y aplicación de la hermenéutica en textos
literarios. Beuchot retoma a Heidegger, Vattimo y Ricoeur para establecer lineamientos
teóricometodológicos. La hermenéutica, entendida como interpretación o
exégesis, no sólo es una acción interpretativa sino una serie de normas que
contribuyen al distanciamiento fundamental entre obra e intérprete. Raúl Alcalá
Campos hace un comentario crítico a la hermenéutica postulada por Beuchot, en
este encontramos sintetizados los aspectos mínimos a considerarse en un
análisis desde la perspectiva hermenéutica.
a) El distanciamiento hermenéutico. El texto tiene una triple autonomía:
i) con respecto a la intención del autor, ii) con respecto a la situación
cultural en la que surgió, iii) con respecto al destinatario. b) La superación
de la distinción entre explicación y comprensión [...] c) La apertura del
texto. El sentido tiende a una interpretación cerrada en tanto la referencia
busca el tipo de mundo que la obra abre [aquí Heidegger es evidente: “Ser obra
significa establecer un mundo”[11]] d) La indicación del lugar de una crítica de la ideología, que permita
darse cuenta que “[...] entender no es proyectarse uno mismo en el texto, sino
exponerse a él” (p.49). [12]
La hermenéutica que nos plantea
Beuchot está íntimamente relacionada con el hombre como ser social y ser en
comunicación: “Buscar el significado de un texto supone la relación de este con
el ser humano, con el intérprete; si esta relación existe, entonces podemos
hablar de comunicación entre los seres humanos, entre el productor del texto y
el intérprete; y, aún cuando pertenezcan a culturas distintas, tienen algo en
común: el acontecimiento.”[13] La comunicación entre el productor
del texto y el intérprete se realiza mediante el texto, este es un objeto, una
cosa, autónoma respecto a su autor desde el momento en que la deja ir (la
firma, la publica, la saca a la luz), en ese momento la obra adquiere vida
propia, Heidegger lo denomina como “el dejar reposar en sí” ya que la obra sólo
“pertenece al reino que se abre por medio de ella”. [14] Sin embargo, su autonomía radica en
relación con su creador y con el momento histórico de él. La triple autonomía
destacada en la hermenéutica de Beuchot contribuye a darle a la obra su
identidad, aunque como lectores sólo la poseamos a ella.
Este carácter historicista y
antropológico podemos enlazarlo con la teoría de la estética de la recepción de
finales de los setenta y década de los ochenta, puesto que ambas nociones hacen
hincapié en la importancia del receptor de la obra artística. En la
hermenéutica el constante -e intrínseco- concepto de que el intérprete y su
contexto determinan la interpretación ya que su lectura está mediatizada por
sus conocimientos y experiencias, y por lo tanto es única, si bien tiene que
atender de la misma manera y en la medida posible al contexto del autor. En la
teoría de la recepción el lector cuenta con un horizonte de expectativa dado
por su experiencia que se confronta con el horizonte contenido en la obra, así
mismo, el autor de la obra es también receptor de otros textos y por ende posee
él igualmente un horizonte de expectativa propio que establece la estructura de
su obra. Ambas teorías a mi ver complementan o podrían constituir la misma
dentro de un proceso evolutivo; Vattimo, teórico hermeneuta, hace referencia a
Wittgenstein, Nietzsche, Husserl, Adorno, Benjamin, Ricoeur, Iser, Habermass,
Gadamer, y al mismo Jauss; y mientras Jauss, Zimmermann, Gumbrecht, Stierle[15], como teóricos de la recepción,
hacen referencia a Wittgenstein, Nietzsche, Heidegger, Adorno, Benjamin,
Habermas, Gadamer, Adorno, Iser, Neumann. Lo cual es sencillo de entender al
ser Wittgenstein, inspirado en Hegel, Schiller y Kant, quien hizo un
acercamiento de la filosofía con el lenguaje anteponiendo al hombre a la
teoría; posteriormente la fenomenología, que considera esencial la supremacía
del hombre frente al mundo que se le devela, sienta las bases de la
hermenéutica contemporánea. La analogía en los términos utilizados en la
estética de la recepción y en la hermenéutica para la descripción de fenómenos
de la recepción literaria y estética, son materia para un estudio propio por su
amplitud, como ejemplo se puede pensar en el “horizonte de expectativa” de
Jauss y en los “preconceptos” de Beuchot, considerados ambos el bagaje del
receptor respecto a los conocimientos previos de la obra y del campo al que
pertenece.
Para la estética de la recepción la
esencia de la obra de arte radica en su historicidad, en el proceso de
elaboración de una obra en el transcurso del tiempo por lectores con un
contexto determinado. Es este proceso de constante transformación de la
tradición y de la asimilación de los textos por los lectores. La hermenéutica,
en la dirección especificada, concibe la obra de arte desde un tiempo y espacio
determinado al que responde, así como un pasado, un destinatario y un contexto
en el que el autor esta sumergido, a partir de ello el intérprete, en un tiempo
y espacio determinado, tendrá que entender y respetar para comprender el
texto.
Así, la hermenéutica es la interpretación de
la intencionalidad significativa del autor de un texto, aceptando la injerencia
del intérprete respecto al texto. Define la labor hermenéutica Paul Ricoeur
bajo dos premisas fundamentales: “Entonces la comprensión, que está más
dirigida a la unidad intencional del discurso y la explicación, que está más
dirigida hacia la estructura analítica del texto, tienden a convertirse en
polos distintos de una dicotomía desarrollada [...] la polaridad entre
comprensión y explicación no debe de ser tratada en términos de dualidad, sino
como una dialéctica compleja y sumamente mediatizada. Así, el término
‘interpretación’ puede ser aplicado [...] al proceso completo que engloba la
comprensión y la explicación.”[16] Trata la hermenéutica de entender
un texto desde su estructura, explicar su sentido a partir de ella, dentro del
tiempo del intérprete. No intenta instituir la univocidad del texto
interpretado, mas tampoco reconoce que el texto puede sugerir infinidad de
significaciones. La hermenéutica insiste en la interpretación de textos
basándose solamente en lo que contiene este y en la experiencia del lector. Sin
embargo, el autor es quien generó el objeto (texto), su intencionalidad sólo
podrá interpretarse sin llegar a una verdad absoluta, por incognoscible, por lo
tanto el intérprete debe ubicar en un tiempo y espacio específico el texto y el
texto será el guía de la interpretación. El lector debe distanciarse del objeto
–entender su contemporaneidad como lector- y, a la vez comprometerse con él –en
comunicación con el pasado, contemporaneidad del texto- por lo que debe interpretar el tiempo y la
situación del texto original –contexto- sin olvidar su relación con el
presente. Para Mihail Bajtín considera que el acto hermenéutico es también un
reconocimiento de la otredad, es un acto de concientizar el hecho de existencia
del otro: “El ver y el comprender al autor de una obra literaria significa ver
y comprender la otra conciencia, la conciencia ajena de todo su mundo, es
decir, comprender al otro sujeto. Dentro de una explicación actúa una sola
conciencia y un solo sujeto; dentro de una comprensión actúan dos conciencias y
dos sujetos.” [17] Podemos ver que Bajtín diferencia
el acto de explicar del de comprender, contrario de Beuchot.
Mas, como se ha mencionado, son variadas las
tendencias que la hermenéutica deriva, al ser una teoría de la interpretación
de textos literarios o de obras de arte en general, es también una teoría el
entender las posibilidades de interpretación que implica. Pierre Bourdieu hace
una crítica a la posición de la hermenéutica “tradicional” que intentaba
manifestar la ‘verdad’ de lo que el autor quiso decir en el texto; la
“intuición y autocomplacencia narcisista”[18] resurge al llegar al extremo
moderno de concebir la superioridad del lector sobre el texto, de esta manera
la escolástica y la hermenéutica moderna son iguales. El “narcisismo
hermenéutico” al pretender interpretar la intencionalidad del autor de la obra,
si bien con un sesgo historicista que subraya el tiempo en que fue producida la
obra, para Bourdieu lo que se interpreta mediante una obra es al intérprete
mismo: “En este sentido diametralmente opuesto al que le da la tradición
‘hermenéutica’, cabría afirmar que ‘al final, todo comprender es un comprender de uno mismo’.”[19] Ya que no es posible determinar la
intencionalidad del autor, solamente nuestra percepción del texto es lo que es
posible asegurar, así mismo para Bourdieu el fin del arte es precisamente el
autoconocimiento del individuo.
Pierre Bourdieu aboga por una
hermenéutica sociológica que “sólo puede llevarse a cabo en y a través de una
reapropiación de toda la historia del campo de producción que ha producido que
ha producido a los productores, a los consumidores y a los productos, por lo
tanto al propio analista, es decir en y a través de una labor histórica y
sociológica que constituye la única forma eficaz de conocerse a sí mismo.”[20] De esta forma, es la comprensión,
una necesidad, una razón de ser, es sentir la necesidad de construir una
“fórmula generadora” que permite “reconstruir” la obra dada. Es preciso poner
énfasis tanto en el creador, en la obra y en los receptores, dentro de un marco
histórico y sociológico. Así mismo entiende Bourdieu que la mejor hermenéutica
es la que él denomina “lectura pura”, que es una lectura que se efectúa sin
buscar nada de antemano, tan sólo lo que el texto en sí te puede otorgar.
Explica que los textos generalmente son “textos puros”, esto es que no que
tienen otro propósito que el que marca el texto; no pueden realizarse nexos
políticos o morales, ya que la obra no lo solicita. “La lectura pura [...] se
amolda al propósito de todas las obras que no tienen otro propósito que no sea
el de no tener propósito, salvo el que está inscrito en la forma misma de la
obra.”[21] Encuentro esto interesante ya que
existen obras que no tienen una intencionalidad política o social y que deben
analizarse bajo la perspectiva que su autor generó, claro que no implica que
perdamos la perspectiva tiempo y espacio del autor y de los receptores
contemporáneos; claro también, que siguiendo lo dicho con anterioridad, todo
regreso histórico mientras mejor fundamentado esté menor será su falsedad, lo
cual no indica que sea certero, único y verdadero.
Al postular la “lectura pura”,
Bourdieu marca otra variante de análisis hermenéutico, pero se encuentra
todavía dentro la visión de la obra de arte polisémica y de la posición
preferencial del contexto de los actores que intervienen en el fenómeno
literario y no restringe este fenómeno a los tres actores protagónicos –el
creador-la obra- el receptor- incluye al analista en este círculo hermenéutico,
siendo determinante también el conocimiento del tiempo y del espacio del
especialista que interpreta la obra para entender el filtro por el que drena la
información que selecciona, asocia y determina. Hasta aquí seguimos en el
terreno de las verdades medias, de las interpretaciones vastas, parece que es
difícil volver desde nuestra perspectiva actual al esfuerzo del establecimiento
del conocimiento verdadero como el conocimiento único que caracteriza a la
metafísica. La relatividad de los conocimientos, los grados de especialización,
dispersan un viento de incertidumbre que algunos teóricos llaman posmodernidad.
Si mi verdad es alguna, es enunciada bajo el conocimiento de causa que la
experiencia y el contexto me brindan, la aceptación de mi postura por un medio
legitimador dependerá del sustento dado a ella, mas lejos estaremos de emitirla
como verdadera ley inamovible. Gianni Vattimo dice lo siguiente: “La crítica de
la idea de verdad como conformidad lleva, pues, a la hermenéutica a concebir la
verdad con el modelo del habitar y de la experiencia estética.”[22]
[1] Nicola Abbagnano. Dicccionario de Filososfia. México, FCE,
1980, p.603
[2] Mauricio Beuchot. “Perfiles esenciales de la
hermenéutica analógica” Antología de
ensayo literario. www.ensayo.rom.uga.edu/critica/teoria/beuchot/ Centro de literatura romance
de la Universidad de Georgia.1999 p. 1 resumen realizado por el autor de Tratado
de hermenéutica analógica.
México, UNAM, 1997.
[3] Pierre Bourdieu. Las reglas del arte. Génesis y
estructura del campo literario. Barcelona, Anagrama, 1995, p. 451
[4]Beuchot, op.cit. p. 1
[5] Paul Ricoeur sintetiza la
hermenéutica romántica y centrada en el acontecimiento del discurso de estos
filósofos así: “La hermenéutica que procede de Schleiermacher y Dilthey tendía
a identificar la interpretación con la categoría de ‘comprensión’, y a definir
comprensión como el reconocimiento de la intención de un autor desde el punto
de vista de los destinatarios primarios en la situación original del discurso.
Esta prioridad dada a la intención del autor y al auditorio original tendía, a
su vez, a hacer del diálogo el modelo de cada situación de comprensión, de modo que imponía el marco de
intersubjetividad en la hermenéutica. Comprender un texto, entonces, es
solamente un caso particular de la situación dialógica en la que alguien
responde a alguien más.” Paul Ricoeur. Teoría de la interpretación. Discurso y
excedente de discurso. México,
Siglo XXI, 1995, p. 36
[6] íbidem
[7] Eduardo Weiss. Hermenéutica crítica y ciencias sociales.
México, IPN, 1987.
[8] Gianni Vattimo. Más allá de la interpretación.
Barcelona, Paidós, 1995, pp.46-48
[9] Umberto Eco. Interpretación y sobreinterpretación. Cambridge,
Cambridge University Press, 1995, p.47
[10] Ricoeur, op .cit. p. 43
[11] Martin Heidegger. Arte y poesía. México, FCE, 1997, p. 74
[12] Raúl Alcalá Campos. “La
pugna de Mauricio Beuchot por la hermenéutica” en Hermenéutica analogía y significado. Discusión con Mauricio Beuchot. México, Ed. Surge, 1999, p. 10. La nota de la página marcada en la cita corresponde
al libro Hermenéutica, lenguaje e
inconsciente, UAP, 1989, de Beuchot.
[13] Ibidem, p. 11
[14] Heidegger, op.cit. p.70. Ricoeur explica
al respecto del alejamiento del productor de la obra, que, el discurso al ser
escrito, la intención y el sentido dejan de coincidir al ser superado el
acontecimiento de enunciación por medio de la escritura: “La inscripción se
vuelve sinónimo de la autonomía semántica del texto, lo deriva de la
desconexión entre la intención mental del autor y el sentido verbal del texto,
entre lo que el autor quiso decir y lo que el texto significa. La trayectoria
del texto escapa del horizonte finito vivido por su autor. Lo que el texto
significa ahora importa más de lo que el autor quiso decir cuando lo escribió.”
Ricoeur, op.cit. pp. 43-44
[15] Karlheinz Stierle. “¿Qué significa ‘recepción’ en los textos de ficción” en Estética de la recepción, Madrid,
Arco/Libros, 1987, p. 89. Considera en que todavía hace falta un sustento
formal a la estética de la recepción, o un acuerdo en términos y alcances, pero
le parece que los estudios de Roman Ingarden, en la tradición de la
fenomenología husserliana, así como los trabajos de Wolfgang Iser y Johannes
Anderegg, son los más sistemáticos.
[16] Ricoeur, op.cit. p. 86 Sin embargo, Ricoeur
plantea una hermenéutica ‘simétrica’, esto es tomar al texto en su total
autonomía semántica, interpretarlo será atender a su estructura textual sin
importar la intencionalidad del autor ni su tiempo histórico, solamente
explicando su referencia. “Lo que tiene que apropiarse es el sentido del texto
mismo, concebido en forma dinámica como la dirección que el texto ha impreso en
el pensamiento. En otras palabras, lo que tiene que ser apropiado no es otra
cosa que el poder revelar un mundo que constituye la referencia del texto. De
esta manera estamos tan lejos como es posible del ideal romántico de coincidir
con la psique ajena.”
[17]M. Bajtín. Estética de la creación verbal. México,
Siglo XXI, 1995, p. 302. Agrega Bajtín algo coincidente con Ricoeur respecto a
que una obra literaria no es un hablante sino un discurso, es algo ya dado que
solamente el acto de interpretación puede transformar. “No puede haber una
actitud dialógica hacia el objeto, por lo tanto la explicación carece de momentos dialógicos (aparte del momento
retórico-formal). La comprensión
siempre es dialógica, en cierta medida.” Ibidem.
Esa cierta medida radica en que para
Bajtín una obra es el reflejo subjetivo del mundo y la comprensión es “reflejo
del reflejo”, en sentido de que al apropiarnos de esa visión subjetiva del
mundo la adaptamos a la propia, por lo tanto el diálogo se realiza entre un
reflejo y el reflejo propio y único.
[18] Bourdieu, op.cit. p. 442
[19] Ibidem
[20] Ibidem
[21] Ibidem, p.448
[22] Vattimo, op.cit. p. 136