Extracto de artículo publicado en Replicante. Cultura crítica y periodismo digital
El tránsito de Venus de 1874
El pasaje de Venus o tránsito de Venus,
es uno de los eventos astronómicos más seguidos durante la modernidad. Cada 105
años, con un intervalo de 8 años y posteriormente con otro de 121 años se
completa el patrón de 243 años en que sucede la alineación del planeta Venus
entre la Tierra y el Sol. La secuencia completa es de 8+105.5+8+121.5 años. Gracias
a que se produce con una periodicidad hasta cierto punto mesurable las observaciones
desde el medievo han sido constantes. A pesar de que hay indicios de las
observaciones del ciclo completo de Venus en la cultura maya y algunas
aproximaciones en la griega, es desde el siglo XVI que se posee documentación
fiable sobre los días en que ha sido avistado este fenómeno: 25-26 de mayo de
1518; 23 de mayo de 1526; 7 de diciembre de 1631; 4 de diciembre de 1639; 6 de
junio de 1761; 3-4 de junio de 1769; 9 de diciembre de 1874; 6 de diciembre de
1882; 8 de junio de 2004; 5-6 de junio de 2012. Siguiendo esta regla, los
próximos pasajes de Venus tendrán lugar el 11 de diciembre de 2117 y el 8 de
diciembre de 2125, es decir, visibles para los habitantes del siglo XXII.
Es en el siglo XVIII que se entiende el pasaje
de Venus como un asunto de Estado ante la importancia dada a la ciencia por las
cortes y de las profusas redes de conocimiento de intelectuales y científicos
extendidas por toda Europa, agrupados en academias, colegios o en sus propios
gabinetes. Un documento en español que circuló a finales del siglo XVIII es Observacion del transito de Venus por el
Disco del Sol (1761) de Christiano Rieger, cosmógrafo de la corte de Carlos
III, trata la importancia de las misiones científicas que tuvieron como fin
observar el fenómeno y acometer uno de los objetivos principales del
avistamiento: La paralaje (en español el término es femenino) entre la Tierra y
el Sol. La paralaje es un método de cálculo de distancias, cuando Venus pasa
entre la Tierra y el Sol, la silueta de su disco se puede ver fácilmente a
través de un telescopio si se cuenta con un filtro adecuado. Tal como apunta
Rieger, se planearon grandes empresas científicas que unieron a astrónomos de
América, Asia y Europa en pos del estudio del tránsito de Venus. El intercambio
de información y las polémicas conclusiones sucedieron durante décadas
posteriores al fenómeno, siendo este espíritu de cooperación –y competencia-
retomado en el siglo XIX con el fin de demostrar el desarrollo científico y
tecnológico de las grandes potencias. Rieger se lamenta de que solamente pueden
de momento incluir en su libro el grabado (la copia) que se realizó con motivo
de la observación del tránsito de Venus de 1639 (¡más de 120 años antes!) por
Jeremiah Horrocks y William Cabtree. El tratado de Horrocks Venus in Sole Visa (1662) fue publicado
más 20 años después de sus conclusiones por también astrónomo Johannes Hevelius
y reproducido en toda Europa, transcribimos conservando la grafía original:
Por ahora nos contenamos con añadir en la lamina el tipo de la única observación de otro passo de Venus por el Disco del Sol, hecha en 1639. à 4. de Diciembre en Hoola cerca de Liverpool de Inglaterra, por Geronymo Horoxio, y Willermo Crabtrio. Este Phenomeno es tan raro, que desde quel año no ha vuelto a suceder, hasta el presente, pro se repetirà dentro de 8. años el dia tres de Junio de 1769. […] Despues en ciento y cinco años no bolverà à passar Venus por delante del Sol.
Portada y grabado del libro de Johannes Hevelius Mercurius in sole visus Gedani, 1662, en el que edita como anexo Venus in sole visa de Horrocks.
Christiano Rieger entiende que el fenómeno
sucede cada 105 años, luego un intervalo de 8, tal como ya lo había predicho
Johannes Kepler. Muy a su pesar Kepler murió tan sólo un año antes de poder ver
el tránsito de 1631, no pudiendo tener el gusto de ver confirmadas sus teorías
sobre el movimiento planetario expresadas en su libro Tabulae Rudolphine (1627). La comparación entre el avistamiento del
fenómeno en el siglo XVII y su relación con el sucedido en 1761 y 1769 proveyó
de una base documental de la evolución de los métodos y herramientas
utilizados, que su vez concretará una tecnología fundamentada y del todo
innovadora durante el tránsito del siglo XIX.
De cara al pasaje de Venus del siglo XIX,
las potencias económicas se esforzaron por demostrar sus avances en ciencia y
tecnología. El fenómeno astronómico del tránsito de Venus de 1874 y 1882
produjo una movilización general en diversas disciplinas científicas, que
llevaron a replantearse desde sistemas de medición hasta fiabilidad de los
instrumentos de observación y representación, siendo este el gran problema a
enfrentarse atendiendo que la fotografía hace 35 años que es efectiva pero no
estable. Con el auspicio de los gobiernos se conformaron expediciones que
estudiaron tal fenómeno. Inglaterra organizó misiones a Egipto, Hawái, Isla Rodríguez,
Nueva Zelanda e Islas Desolación. Italia desplazó una expedición a la India,
concretamente al norte de Calcuta; Francia destinó a sus científicos a
Nagasaki, Pekín, Saigón, Numea e islas San Pablo y San Mauricio; Países Bajos
realizó observaciones en La Reunión y Batavia; Alemania envió al fotógrafo
Gustav Fristch a Isfahán en Persia, mientras que el astrónomo Karl Jensen
observó el fenómeno desde las islas Kerguelen, entonces llamadas islas
Desolación. Sin dejar atrás los topónimos sugerentes, el astrónomo Hugo Siegler
construyó su observatorio en Terror Cove en las Islas Auckland. Los rusos se
instalaron en Beobachtugs y la península de Kamchatka. Estados Unidos envió
expediciones a Kobe, Nagasaki, Pekín y en las antípodas a las Islas Kerguelen,
la llamada Molloy Station. Inclusive México envío una comisión a Yokohama,
Japón, gracias a la intervención de Francisco Díaz Covarrubias, presidente de la
Sociedad Científica Humboldt, quien presentó la ponencia “Exposición popular
del objeto y utilidad de la observación del paso de Venus por el disco del
Sol" (1874). Se merece un capítulo aparte la reseña del viaje de la
“Comisión Mexicana” a Japón. Si bien la ponencia describiendo la importancia de
la observación del fenómeno por científicos mexicanos fue en abril de 1874, fue
hasta el 18 de septiembre que se obtuvieron los fondos necesarios, autorizados
directamente por el presidente Lerdo de Tejada. El día 24 septiembre desde la
ciudad de México tomaron a toda prisa un tren al golfo para embarcarse rumbo a
Nueva York pasando por Cuba. Una vez ahí, el 7 de octubre tomaron un tren que
atravesó todos los Estados Unidos hasta llegar el día 14 del mismo mes a la
ciudad de San Francisco, donde compraron cámaras fotográficas e insumos.
Partieron el 19 de octubre de 1874 llegando el 9 de noviembre a Yokohama, justo
un mes antes del evento astronómico. Evidentemente tal despliegue no
significaba solamente un avance para ciencia, también una carrera con facetas
coloniales y nacionalistas.
Tránsito de Venus en el Observatorio Real de Greenwich,
1874. Archivo National Maritime Museum
Dentro de la gran expectación del tránsito
de Venus de 1874, se generaron sinergias para obtener mejores medios de
reproducción del fenómeno ya que la técnica fotográfica del colodión seco y
húmedo presentaba problemas ante la rapidez y precisión que requería el evento.
Entre los dispositivos puestos a punto estuvo el revólver fotográfico (1873) de
Jules Janssen, una cámara capaz de disparar fotografías cada cierto intervalo
de tiempo, así mismo tal como en el siglo XVII lo hizo Horrocks, las
proyecciones a través del telescopio sobre telas y papel a pesar de la
tecnología no variaría demasiado.
Grabado del uso del revólver fotográfico de
Jules Janssen durante el tránsito de Venus.